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jueves, 26 de julio de 2012

60 años sin Eva Perón, Evita

Un 26 de julio de 1952 moría prematuramente a los 33 años, Eva Duarte de Perón, "La abanderada de los humildes".

Abatida por la enfermedad, la arquetipo de la mística militante del peronismo, activa impulsora del voto femenino y la igualdad de la mujer, esposa, amiga y compañera de Juan Domingo Perón, “pasaba a la inmortalidad”.

   Fundadora del Movimiento Peronista Femenino, activa impulsora del voto femenino y la igualdad de la mujer, creó la Fundación Eva Perón al frente de la cual llevó a cabo una trascendental e inusitada obra de reparación social y al servicio de la cual agotó hasta sus últimas energías.
  Adorada y hasta idolatrada por los humildes y las clases trabajadoras, temida y odiada hasta la exasperación por los oportunistas y dueños de los privilegios, fue despedida por la expresión de dolor popular más multitudinaria y numerosa de la historia argentina.
   Personalidad de relieve mundial y de permanente actualidad, fue autora de "La razón de mi vida", "Historia del peronismo" y diversos artículos periodísticos en los que reflejó su intenso compromiso en la lucha por la justicia social.
  En su lecho de muerte alcanzó a dictar una suerte de testamento político que, publicado muy posteriormente gracias al historiador Fermín Chávez y luego por el editor y militante peronista Alberto Schprejer con el título de "Mi mensaje", fue sistemáticamente ignorado y silenciado debido a su manifiesto antagonismo con los poderes establecidos. Había nacido en la localidad bonaerense de Los Toldos el 7 de mayo de 1919.
  La figura de Eva Perón está indisolublemente unida a la voluntad y la necesidad del cambio, a la transformación de un orden dado, por eso cada vez que los sectores juveniles se acercaron a la política en los 60 años transcurridos desde su muerte, ella ocupó y ocupa un sitio central.
  Evita fue desde el comienzo símbolo de irrupción de lo excluido, de los vientos renovadores de la sociedad, de sus ansias lógicas de justicia. Y lo fue no sólo dentro del peronismo, sino también en otros sectores políticos y en los movimientos sociales.
  Cada vez que se quiso mostrar que se intentaban romper los moldes, fue y sigue siendo una de las señales, una clave de que se busca correr los límites para que las cosas no sigan igual.
  Su propia irrupción en la vida política argentina conllevó una ruptura con las formas hasta entonces establecidas. El armado de la movilización del 17 de Octubre no siguió los cursos preestablecidos para la política de la época y desde entonces desbordó los cauces, incluso a veces los que el propio Juan Domingo Perón hubiese preferido.
  Sus choques con las damas de las sociedades de beneficencia y con los sectores católicos más conservadores definieron su figura tanto como la unión con las clases más postergadas, de las que venía y de las que nunca dejó de sentirse parte, involucrándose hasta el final.
  Las postales de sus apariciones públicas, de las acciones de la Fundación, su enfermedad, el duelo que siguió a su muerte y la proscripción hasta de su cadáver, se prolongan hoy en esa pasión que reflejan los retratos y las consignas.
  La de Evita es una figura en presente, tan unida al cambio que se actualiza constantemente. Basta con preguntar por ella hoy a los adolescentes, incluso a aquellos que no se han acercado nunca a la política, para encontrar respuestas como “fue una mujer que luchó por el género”.
  Así, aquella lucha por el voto femenino se resignifica hoy en términos del discurso actual, a partir de su propia identidad y proyección. Su figura fue también reivindicada tempranamente en democracia, en las luchas por los derechos de las minorías sexuales en los 80.
  Evita era en 1945 exactamente todo lo que la gente “decente”, para la que estaba reservada la política en ese momento, detestaba: hija “natural”, mujer pobre llegada del interior para ser actriz, que se fue a vivir con Perón antes de casarse -lo cual para la época era un escándalo en una vida pública-, hizo política sin tener cargo alguno y fue diferente a cualquier primera dama o cualquier mujer argentina hasta entonces.
  Mucho más todavía se potencia esto si se la piensa como esposa de un militar al que se lo nombraba entonces como “el Macho”. Ella pudo estar a su lado y ser protagonista en la década del 40, con una gestión política y social que resultaba impensable para esos tiempos.
  Evita ocupó un lugar transgresor donde género, modernidad y lo popular se articularon dejando una marca que ni el antiperonismo visceral pudo obviar hasta hoy.
  Eso mismo la convirtió en la figura argentina más abordada por el mundo del arte en todas sus expresiones y hasta por la moda, en el país y a nivel internacional. Evita es una clave en el sentido más amplio para analizar a la sociedad argentina en términos de amor y de odio.
  Y es además uno de los pocos nombres que no se ve amenazado por el síntoma corrosivo y neutralizador de lo políticamente correcto. Su proyección al presente sigue teniendo, intacta, aquella dosis pasional de revulsivo capaz de movilizar y cuestionar lo estatuido.
  Su figura toca el “nervio argentino”, relaja o irrita, pero nunca su imagen, su sola mención, es indiferente. Y desde esa óptica queda también desmentido aquello de su paso “breve” por la vida política, por el mero hecho de que emergió en 1945 y falleció en 1952, a los 33 años.
  Desde entonces nunca su nombre pasó desapercibido, y mucho menos para los jóvenes, tanto cuando se la pudo nombrar en voz alta y a la luz del día, como las muchas veces en que su sola mención fue delito.


fuente: 26 noticias

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