Los derechos humanos nos pertenecen a todos y cada uno de nosotros, sin excepción. Pero, a menos que los conozcamos, a menos que exijamos su respeto y que defendamos nuestro derecho —y el de los demás— a ejercerlos, no serán más que palabras en un documento redactado hace decenios.
Por ello, el Día de los Derechos Humanos hacemos algo más que celebrar la aprobación de la Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948: reconocemos que sigue teniendo vigencia en nuestro tiempo.
Este año se ha subrayado una y otra vez la importancia de los derechos humanos. En todo el mundo, la población se ha movilizado para exigir justicia, dignidad, igualdad, y participación, esto es, los derechos consagrados en la Declaración Universal.
Muchos de esos manifestantes pacíficos perseveraron pese a encontrar como respuesta violencia y más represión. En algunos países, la lucha continúa; en otros, la voluntad del pueblo ha prevalecido y se han logrado importantes concesiones o se ha derrocado a los dictadores.
Muchas de las personas que buscaban lograr sus legítimas aspiraciones estaban conectadas a través de las redes de comunicación social. Atrás quedan los días en que los gobiernos represivos podían controlar por completo el flujo de información. Hoy en día, como parte de su obligación de respetar el derecho a la libertad de reunión y de expresión, los gobiernos no deben bloquear el acceso a Internet ni a las diversas formas de comunicación social para impedir las críticas y el debate público.
Sabemos que todavía hay demasiada represión en nuestro mundo, demasiada impunidad, que todavía quedan demasiadas personas cuyos derechos no son aún una realidad.
Sin embargo, ahora que termina un año extraordinario para los derechos humanos, tomemos fuerza de los logros alcanzados en este 2011: han echado a andar nuevas democracias, se han dado nuevos pasos para asegurar la rendición de cuentas por los crímenes de guerra y los crímenes de lesa humanidad, y existe una nueva conciencia de los derechos mismos que no hace sino aumentar.
Al contemplar los desafíos que tenemos por delante, dejémonos inspirar por el ejemplo de los activistas de los derechos humanos y el poder intemporal de la Declaración Universal y hagamos todo lo posible para defender los ideales y las aspiraciones que son válidos para todas las culturas y todas las personas